miércoles, 27 de junio de 2012

CONSTRUCCIÓN PARA LA VIDA

Construcción para la vida
Pablo Peris
Gran parte del crecimiento económico de España en los últimos 15 años se debe al auge del sector de la construcción. Según datos del Ministerio de Fomento publicados por el INE, su punto álgido se produjo en el año 2006, cuando se construyeron 230.000 edificios. Es decir, 737.000 viviendas. Una cifra que duplica la registrada tan sólo ocho años antes y que suponía más que la suma de todas las construidas en el resto re la Unión Europea.
Desde entonces, este sector ha registro una caída de casi el 80% hasta situarse en poco más de 90.000 viviendas construidas en 2010. ¿Y ahora qué? ‘Renovarse o morir’ es la frase que está en boca de todos. Pero, ¿cómo? Una de las últimas apuestas es la bioconstrucción. Los expertos esperan que “esta crisis ayude reflexionar sobre el uso racional de las cosas y sobre la necesidad de un ahorro energético, aunque solo sea por una cuestión económica”, explica Carlos Gómez, socio de BioHaus. Se trata de una empresa que desde 1997 apuesta por la distribución de materiales ecológicos.
Y es que ese es, inevitablemente, el futuro. En la actualidad, la normativa de la Unión Europea tiene una marcada tendencia hacia la construcción ecológica. Según Toni Marín, experto en bioconstrucción y editor de la revista EcoHabitar, “lo ecológico se impone por motivos económicos”, ya que “cuesta menos dinero invertir ahora y no contaminar que tener que reparar el daño a posteriori”. Un claro ejemplo de esta tendencia es que a partir de 2015 todos los edificios públicos tendrán que ser de energía cero. Es decir, generar al menos la misma energía que consumen.

Sin embargo, son muchos los que siguen considerando que la construcción ecológica es más cara. Marín se muestra tajante y asegura que “la bioconstrucción no sale más cara que la arquitectura tradicional”. “Si los materiales sintéticos pagaran los costes medioambientales que generan, las cosas cambiarían”, explica Carlos Gómez, quien añade que, aunque en algunos casos si que sean más caros, “dentro del precio de un material hay que contemplar su ciclo de vida, sus características, sus beneficios, y valorar la mejora que se obtiene con su uso”. La clave, según Marín es que “lo que es más caro se amortiza con el tiempo”.
Por su parte Teresa García, Directora del Grupo de investigación de Materiales de construcción a partir de residuos vegetales de la Universidad Miguel Hernández, señala que la clave está en la oferta y la demanda: “Si se vende mucho se pueden abaratar los precios, pero si venden poco, el precio tiene que ser caro. No es lo mismo hacer una producción en cadena que hacer cosas concretas. Más que el material es la mano de obra, ya que no se puede industrializar”.
Pero no hay que olvidar que, en contra de lo que muchos creen, la bioconstrucción no afecta sólo a la ecología. Marín la defiende como “construcción para la vida”, ya que además del respeto medioambiental, se tiene muy en cuenta que sea saludable. “Algunos productos pueden ser dañinos para la salud”, explica Marín. Esto se debe a que ciertos componentes pueden “emitir sustancias tóxicas durante su fabricación o en su ciclo de vida”, algo que no sucede con los materiales ecológicos.

Según Teresa García, “el mayor problema son los adhesivos y las resinas”, como por ejemplo, la urea formaldehido. Este polémico material es ampliamente utilizado “en tableros de aglomerado”, explica. Sin ir más lejos, la empresa sueca IKEA se vio obligada a minimizar el uso de este componente debido a las protestas recibidas. Marín cita también “los metales pesados que se utilizan en el cemento para conseguir ciertos efectos”. En este caso el problema es que “ya está puesto y no es un material que se pueda sustituir”, añade. Otro elemento de riesgo es, por ejemplo, el amianto, “un cancerígeno declarado” que se encuentra presente en la uralita. “Durante su vida útil no hay problema, pero cuando se rompe emite partículas de esta sustancia”, explica.
Precisamente la demolición es otro de los aspectos que la construcción tradicional no tiene muy en cuenta pero recibe gran consideración en la bioconstrucción. “Es importante que los materiales sean fácilmente reciclables”, comenta García, o al menos, “que contaminen lo menos posible en la demolición”. Este factor es muy importante, por ejemplo, en el caso de los plásticos “que son muy baratos pero cuestan mucho de destruir”.
Para ello bastaría con apostar por materiales ecológicos. Eso sí, con criterio. “Hoy en día se está construyendo mucho con bambú o con paja”, explica García, que a su vez critica que no se apueste por materiales locales, como la caña. En este sentido, Marín destaca “la importancia de apostar por los materiales más cercanos”. Un ejemplo, explica, lo tenemos en los aislantes: “la fibra de coco es muy ecológica, ¿pero traer esa fibra de coco desde América lo es? Aquí tenemos otros aislamientos como el corcho o la lana de oveja que también son válidos”. Por eso se tiene en cuenta la huella ecológica, es decir, “el impacto que un producto, servicio o transporte produce en el medio ambiente”. Y eso incluye desde su fabricación, hasta su destrucción, pasando por la vida útil, transporte, etc.
El problema al que se enfrentan en muchas ocasiones es la falta de certificaciones que avalen a los materiales empleados. García asegura que “en España no hay homologación de productos ecológicos”, algo que en ocasiones frena la producción de productos locales. “Hace falta una normativa, pero eso requiere pruebas para demostrar que se cumplen los requisitos”, algo que “todavía no está desarrollado”, explica. Esto hace que no sea un sistema ampliamente extendido, ya que las construcciones oficiales requieren de materiales con el certificado de la CE. Por su parte, Marín explica que están tratando de desarrollar un sistema de autocertificación: “Se llama Ecómetro y a través de internet se podrán introducir los datos de una construcción para obtener un sello totalmente libre y gratuito”.
Este proyecto servirá como referencia, pero la queja de Marín es que sigue sin existir una homologación oficial: “El problema es que la bioconstrucción no es un método de construcción que esté certificado, no hay ninguna entidad que lo pueda hacer”. Así pues, es difícil hacer una valoración de lo que es o no bioconstrucción. En cuanto a los criterios, Carlos Gómez habla de “tener en cuenta el emplazamiento, la orientación y el aprovechamiento de energía, así como el diseño y la integración en el paisaje”. Otros aspectos relevantes son “el consumo energético posterior del edificio y el consumo energético de la fabricación de los distintos materiales utilizados”, además de “la gestión de los residuos”. Sin embargo, los criterios no terminan de estar claros. Por eso, “hace 20 años se establecieron unos parámetros basados en lo que se había construido en otros países más avanzados”, explica Marín. Países como Alemania o los países nórdicos, que nos llevan años de ventaja en este aspecto.
En cualquier caso, y a pesar de la falta de regulación, la bioconstrucción seguirá tratando de ganar terreno a la construcción tradicional, con la esperanza de que los beneficios ecológicos, económicos y para la salud, sean motivo suficiente para convencer a las nuevas generaciones.

Publicado por:  + CIENCIA (revista de ciencia e investigación en la provincia de Alicante)http://www.masciencia.info/

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